El drama humano

Immanuel Kant, uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal, como muestra Hans Joachim Störig en su Historia Universal de la Filosofía, vivió durante los primeros treinta y seis años de su vida en la adoración suprema de la razón, pensando, como le animaba el ambiente intelectual de su época, en el que se zambulló por completo, que todo lo que con la razón se podía decir sobre el mundo era verdadero, y desdeñando, en consecuencia, cualquier otra fuente de conocimiento. Pero, poco a poco, empezó a admitir que la razón no lo era todo, que tenía sus límites, que los sentimientos podrían contar también y que la experiencia que se adquiere a través de los sentidos no había por qué desecharla.

Y cuando cayó en la cuenta de que la razón podía tener sus límites, dedicó los quince años siguientes de su vida a buscarlos, investigando la forma en que funciona el pensamiento humano. Al cabo de esos quince años, tuvo un primer vislumbre de la solución y dedicó once más a desarrollar esa primera luz, concluyendo a los cincuenta y siete años con la obra que sorprendió al mundo: “Crítica de la razón pura”

En ella, Kant explica que a las impresiones que nos llegan de fuera a través de los sentidos, nosotros añadimos algo que está en nuestro interior, algo que poseemos, sin darnos cuenta, antes de recibir ninguna impresión externa, algo que existe en nosotros “ a priori”, que son las categorías de espacio y tiempo.

A lo que viene de fuera, que es captado por los sentidos, por nuestra sensibilidad, le aplicamos involuntariamente esas categorías espacio-temporales, innatas en nosotros, ordenando lo dado por los sentidos, estructurándolo y elaborándolo, obteniendo como resultado las intuiciones, que ya están en el tiempo y en el espacio. Y como si de una cadena de montaje industrial se tratara,  esas intuiciones son tomadas como materia prima por el conocimiento, quien, por medio de sus propios elementos internos, los convierte en conceptos. Y estos conceptos que hemos fabricado sobre las cosas es todo lo que podemos tener de ellas. Pero esos conceptos no son su realidad, sino tan solo una elaboración de la realidad que hemos fabricado con nuestro intelecto, de forma que la realidad no se conoce nunca, resulta inaccesible, teniéndonos que conformar con esa fabricación nuestra, los conceptos, que, con trabazones posteriores, terminan por formar los juicios.

Y aquí radica el drama humano: no poder conocer las cosas, sino solo los conceptos que sobre ellas hemos construido y tener que vivir con esa limitación. Y si esto es asumible en el vivir normal y ordinario, no lo es ante las grandes cuestiones que atenazan la vida del ser humano. Las preguntas sobre Dios, el mundo, el hombre, y otras similares, que gravitan de forma permanente sobre la existencia humana, chocan indefectiblemente con esa incapacidad de nuestro propio entendimiento para conocer la realidad. Y eso en cualquier época y en cualquier latitud, y desde cualquier planteamiento filosófico o existencial. Por eso Kant, que se enfrentó a todo ello con sinceridad, afirmó al final de sus días: “Tuve que apartar el saber para dejar sitio a la fe”.

Una respuesta to “El drama humano”

  1. Juan Olaria Says:

    Análisis formidable.

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