La Historia de Europa

Sabido es que el conocimiento engendra amor, y que el amor, en cualquiera de sus formas personales o sociales, con toda su amplia gama de matices e intensidades, es la base de cualquier construcción humana y la garantía de permanencia de la misma.
Saco esto a colación para abogar por la necesidad de un mayor conocimiento de la realidad europea entre los propios europeos como forma de aumentar la base del deseo social de esa nueva realidad a la que venimos llamando Unión Europea.
Mientras los europeos no tengan deseo de sentirse europeos, sin menoscabo de otros sentimientos, y la identidad colectiva como tales no se experimente con la misma intensidad, al menos, que las identidades nacionales o regionales, Europa no pasará de ser un mero sindicato de intereses o una simple asociación de necesidad geoestratégica, sin llegar a ser una auténtica comunidad política.
Y de entre de las variadas iniciativas que podrían adoptarse para cultivar este sentimiento europeo una muy interesante, a mi juicio, sería la divulgación de su historia y la pedagogía de la misma en todas las escuelas europeas.
Saber lo que se ha sido, entender por qué se ha sido de esa forma y no de otra, y poder considerarlo todo en una perspectiva de futuro, me parece que, tanto en lo personal como en lo social, es una buena manera de tomar posesión de uno mismo y equiparse para cualquier andadura.
Ahora que hay tanta pasión en algunas Comunidades Autónomas españolas por introducir en los planes de estudios la historia de la respectiva Comunidad, sería un buen momento para que, sin menoscabo de ese afán particular se introdujera también la enseñanza de esa historia colectiva europea, que es la que termina por llenar de sentido todas las historias parciales que en su seno se han producido.



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